Ligia
Original by Rosabetty Muñoz
Translated, from the Spanish, by Gavia Boyden
It’s about plotting the map, but it overflows.
Loved ones are left out.
The plain, in its entirety, is stingy;
the mountain range
a blurred grey line.
This is the task of focusing your vision.
An exercise prior to closure.
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The first was my grandfather.
There is a caravan of grandfathers
buried in the Argentine pampas
(only one has in his pockets a folded
photo of his daughter in First Communion dress)
The crosses have long been erased
by the wind.
Although they split their love and left,
although the pieces were filled with mold,
they were the first.
In every family there is a hole in the photograph,
a chair behind the door,
knuckles white from so much clenching.
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In the background of each day, there is a distant country.
It’s always the same
((although we know that it no longer exists))
A narrow alley with a roof of dappled
trees and trees populated by dark plumage,
maybe also a river,
or even better, hot springs,
before the total drought.
Erosion of meaning.
This body didn’t know it left behind
the world itself.
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In the center of the beloved country
there is a kite.
While speaking,
they spread the closed wings of Chonchonas
The kites were the most remembered,
says Ligia,
I returned in September and saw them
aloft.
They’re the dreams of the Chileans.
But she forgot the cured thread.
A fatherland is made by cutting the strings
tethering the colorful kites.
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It is the women, mostly, who fall
into the madness of the revolution.
Mad in body, mad in mind.
The verb and the entire landscape of flesh
everything
at disposal.
And, after the breakage,
they rebuild defenses,
establish camps
of refugees.
Border skirting
burning travelers.
Hips are frames.
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Again in Chile,
nothing is as it was then.
Just a small rectangle
of the country in one’s eyes,
a fragment of the canopy,
a detail of the keel.
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Hostility of the high bars,
barbed wire, alarmed gates,
fast roads.
You return to the country
and find it torn open,
a throbbing slash.
Houses with their backs turned to the squares,
crouched on huge haunches,
in hidden courtyards.
Excessive reality of the streets.
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The country was filled with sensible people.
Bars of broken glass bottles on the fences,
harsh demands for pay.
They talk about us,
about who we were.
It was better, they thought, to remove us from the future.
I cry, too,
for I am a question mark,
for I am a doubt,
for my skeleton
has lost spine and marrow.
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Ligia
Se trata de trazar el mapa, pero desborda.
Hay gente amada, que se queda fuera.
El plano completo es mezquino;
la cordillera, por ejemplo,
una línea borroneada en gris.
Este es el ejercicio de acercar la vista.
Un ejercicio previo al cierre.
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El primero fue mi abuelo.
Hay una caravana de abuelos
enterrados en la pampa argentina
(sólo uno tiene en los bolsillos
la foto doblada de su hija
en vestido de Primera Comunión)
Las cruces se han borrado por efecto del viento.
Aunque partieron su amor en dos y se fueron
aunque las rebanadas se llenaron de moho,
ellos fueron los primeros.
En cada familia hay un hueco en la fotografía
una silla detrás de la puerta
los nudillos blancos de tanto apretar.
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Hay un país remoto en el fondo de todos los días.
Siempre es el mismo
( (aunque sabemos que ya no existe)
Estrecho callejón sobrevolado por tordos
árboles y árboles poblados de plumaje oscuro
tal vez también un río,
más bien pozones, antes de la sequía total.
Erosión del significado.
Este cuerpo no sabía que dejaba atrás
el mundo propio.
En el centro del país amado
hay un volantín.
Mientras habla
se abren cierran alas
de chonchonas
Los volantines eran lo más recordado
dice Ligia
volví en septiembre y los vi elevados.
Son los sueños de los chilenos
Pero ella olvida el hilo curado.
Se hace patria cortando los hilos
echando abajo los volantines de colores.
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Son mujeres las que mayormente
caen en la locura de la revolución.
Locas de cuerpo locas de mente.
El verbo y el paisaje total de la carne
todo
a disposición.
Y después de la fractura
reconstruyen defensas
establecen campos
de refugiados.
Borde bordeando
viajeras ardientes
caderas son cuadernas.
.
.
Recalados otra vez en Chile
nada es como entonces.
Entra sólo un pequeño rectángulo
del país en los ojos
un fragmento del velamen,
un detalle de la quilla.
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Hostilidad de las altas rejas
alambres de púas portones alarmas
veloces carreteras.
Se vuelve al país
y lo encuentras abierto a todo lo largo
un tajo palpitante.
Casas de espaldas a las plazas
de ancas enormes agazapadas
en patios escondidos.
Excesiva realidad de las calles.
.
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El país se llenó de gente sensata.
Rejas vidrios botellas quebradas sobre los cercos
duras exigencias de pago.
Hablan de nosotros,
de quiénes éramos.
Les ha parecido bueno sacarnos del futuro.
Lloro también porque soy una interrogación
una duda
porque mi hueserío
ha perdido columna y médula.
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Rosabetty Muñoz grew up in Ancud and is a professor of Spanish at the Austral University of Chile. She published her first book of poems in 1981. Her poetry is characterized by reflecting southern Chile, dealing with gender issues, human relations, and making poetry a space of resistance.